ABRIR LAS PUERTAS AL MISTERIO
Las puertas del baptisterio
de la Catedral de Florencia, de Ghiberti
También en el Quattrocento italiano, los fieles
necesitaban hacer pública su fe, y lo expresaban de un modo sencillo, propiciando
obras de arte que les hiciesen presente la encarnación de Cristo. Estas
puertas, de una belleza y una perfección técnica que se adelanta a su tiempo,
constituyen también una evidencia del celo del pueblo cristiano por participar
del Misterio y por mostrarlo a todo hombre como fuente de vida eterna.
Con el
reciente declinar de Milán, la ciudad de Florencia, recuperada de la plaga de
peste de 1399, se preparaba para convertirse en epicentro político, económico y
cultural. Como era habitual, en torno a la Catedral se armaba un efervescente
taller en el que bullían las tendencias artísticas más novedosas de la época.
El
baptisterio de San Juan de la Catedral contaba con una hermosa puerta en el
lado sur realizada por Andrea Pisano entre 1330 y 1336. Constituida por catorce
paneles cuatrilobulados, mostraba escenas de las Virtudes Cardinales y
Teologales, así como de la vida de San Juan Bautista, patrono de Florencia.
Ahora se valoraba la conveniencia de completar el programa iconográfico en la
puerta del lado este. Pronto la Iglesia se ocuparía de cubrir esta necesidad.
El concurso
Es indiscutible la misión
que ha desempeñado la Iglesia históricamente como mecenas de la cultura y
patrocinadora de la producción artística. Pero si hasta el siglo XIV asumía esta
responsabilidad la Iglesia institucional, a partir del siglo XV muchos fieles
se incorporan a la tarea de poner las artes al servicio del anuncio del
Evangelio. El pueblo cristiano se sentía interpelado a manifestar en primera
persona la fe que los sostenía, frente a la multitud de doctrinas que surgían
del que se presentaba, paradójicamente, como un humanismo no cristiano. Como si
fuera posible apelar a la auténtica dignidad del hombre sin Cristo.
En este celo por expresar lo
que estaban viviendo, los fieles que gozaban de una posición económica más
desahogada empleaban sus recursos en el patronazgo de obras de arte que
invitaran a la contemplación del Misterio. En el caso del baptisterio de la
Catedral de Florencia, fue la Corporación del Arte de Calimala la que convocó
un concurso en 1401 para la realización de sus puertas. Nunca en la historia
del arte europeo se había llevado a cabo un concurso de tal magnitud estética,
religiosa y social.
En la convocatoria del
concurso ya se intuía cuál iba a ser el criterio para la elección. Se proponía
un tema del Antiguo Testamento de evidente simbolismo: el Sacrificio de Isaac.
Los artistas debían encajar su obra en el marco tetralobulado impuesto por la
primera puerta del baptisterio. Entre los que se presentaron a concurso estaban
Ghiberti y Brunelleschi. Ambos suponían dos maneras radicalmente distintas de
entender el relato bíblico.
El relieve de Ghiberti
perseguía ante todo la belleza, sea la del relato, sea la de los seres y las
cosas representadas, mientras que el de Brunelleschi subrayaba el dramatismo
del mandato divino. Aquel mostraba la grandeza del rito y este la brutalidad
del holocausto. En el relieve de Ghiberti, el carnero se situaba sobre una roca
en alto, en el espacio divino, como imagen premonitoria de Cristo crucificado
que con su muerte salvaría al pueblo de Dios, prefigurado en Isaac; el de
Brunelleschi, dispuesto en el ámbito de lo humano, sólo es un animal que se
rasca con una de sus patas. Ghiberti había entendido el espíritu de lo que pretendían
quienes habían encargado la
obra. Y eso le valió la adjudicación del trabajo, amén de su
sorprendente dominio técnico y estético.
Las primeras puertas de Ghiberti
Como evidenciaba el tema
escogido para el concurso, en principio se había pensado que esta puerta se
dedicaría al Antiguo Testamento, sin embargo, finalmente se optó por la
representación del Nuevo Testamento.
El escultor
trabajó en estas primeras puertas de bronce dorado desde 1403 a 1424, contando con la
asistencia de discípulos de tanto prestigio como Michelozzo, Paolo Ucello o
Donatello.
Ghiberti había tenido formación
de orfebre, y eso se aprecia en el trabajo exquisitamente minucioso de sus
relieves. Sabía mezclar la gracia y la delicadeza de líneas del Gótico tardío
con un ideal clásico de belleza, al tiempo que emulaba las posibilidades de la
pintura y se anticipaba a los logros del Renacimiento sin que su obra perdiese
un ápice de espiritualidad.
Las puertas se componían de 20
paneles cuatrilobulados con escenas de la vida de Jesucristo y 8 con las
figuras de los Evangelistas y los Doctores de la Iglesia (Ambrosio, Jerónimo,
Gregorio y Agustín); en los ángulos, 48 cabezas de profetas (en una de ellas se
autorretrata). Estos temas respondían dialécticamente al programa de la fachada
del Duomo, que se encontraba enfrente.
La historia
comenzaba con la Anunciación, abajo a la izquierda y terminaba con la narración
de Pentecostés, arriba a la
derecha. La obra estaba concebida para ser contemplada desde
abajo hacia arriba y de izquierda a derecha, para que los paneles centrales
correspondiesen a la Pasión de Cristo; de este modo se quería insistir en la
veracidad del sufrimiento de un Jesús de carne, y en la eficacia de su
redención. En aquellos paneles podía intuirse un desbordante agradecimiento por
la encarnación, y un canto de amor a la Iglesia, continuadora de la obra
salvífica de Cristo.
Las Puertas del Paraíso
Las realiza
en bronce dorado entre 1428 y 1452
auxiliado por su hijo Vittorio, por Michelozzo y por Benozzo Gozzoli, entre
otros.
En ellas, Ghiberti muestra
la tendencia a una representación naturalista del movimiento, el volumen y la perspectiva. El suyo es un relieve
pictórico, gradual y perspectivo. Los personajes, individualizados en sus
rostros, cuerpos y actitudes, se sitúan en varios planos sucesivos que
evolucionan desde el bulto redondo hasta el bajo relieve apenas esbozado en
función de la lejanía a los primeros planos; en algunas escenas aparecen hasta
un centenar de figuras.
Su arte se caracteriza por
la mirada rítmica y unificadora que imprime en la disposición de sus figuras en
el espacio, relacionadas armoniosamente con el paisaje y la arquitectura. Sabía
combinar detalles de un extraordinario realismo con la pureza de la pintura
antigua, el equilibrio y la monumentalidad del dibujo renacentista con el
delicado refinamiento del arte de orfebre.
Estas puertas constan de 10
paneles cuadrangulares (rompiendo el marco gótico cuatrilobulado) que contienen
37 escenas del AT, ya que el NT ya había sido abordado en la anterior puerta.
En principio
fue proyectada por el canciller Leonardo Bruni con 20 historias del AT y 8
profetas en la parte baja, pero Ghiberti decidió acumular varias de las
historias proyectadas por Bruni en un mismo relieve. Los paneles se redujeron a
los 10 indicados, pero aumentando su tamaño y enriqueciendo la composición de
los relieves en amplios escenarios que encierran auténticos universos de
personajes, toda una humanidad en miniatura.
Tampoco se
trata de simples reproducciones de relatos, sino que, como las mismas historias
bíblicas, están cargadas de simbolismos: la reconciliación entre hermanos en el
tema de José, la reunión de la Iglesia de Oriente y la de Occidente
(objetivo del Concilio de Florencia de 1439) en el encuentro de Salomón y la
reina de Saba, y muchos otros. Es curioso cómo narra la historia de la
salvación recorriendo la historia de distintos personajes bíblicos: Adán y Eva,
Caín y Abel, Noé, Abraham, Jacob y Esaú, José, Moisés, Josué, Saúl y David.
Historias que descubren la infidelidad
del hombre y la fidelidad de Dios, la victoria de la misericordia frente a la
debilidad.
Las escenas
están separadas por una orla con 24 cabezas de profetas (una de las cuales es
autorretrato, y otra representa a su hijo Vittorio) disponiendo también figurillas de personajes
bíblicos en hornacinas. En los bordes superior e inferior aparecen cuatro
figuras bíblicas acostadas.
Tan deslumbrante es la
belleza de estas puertas y tan extraordinaria la perfección en su ejecución que
Miguel Angel las bautizó como “Las Puertas del Paraíso”. Fue igualmente esa
impactante belleza la que provocó su traslado al lado este, desplazando las
primeras puertas de Ghiberti, a pesar de que éstas segundas habían sido
concebidas para ser situadas en el lado norte, y a pesar también de que era
incorrecto litúrgicamente.
Sin embargo, ambas rinden
culto a lo esencial, a la manifestación del Misterio; por eso, cualquiera de
ellas es digna de ser llamada “Puerta del Paraíso”, porque muestran una
Presencia que trasciende la pequeñez del horizonte humano.
Rev. Primer Día nº 37. Abril 03
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