EPIFANÍA, MISIÓN DE LA IGLESIA
Análisis de un relieve de la Adoración de los Magos
El año litúrgico es el desarrollo de los diversos aspectos
del único misterio pascual. Esto vale muy particularmente para el ciclo de las
fiestas en torno al misterio de la Encarnación (Anunciación, Navidad, Epifanía)
que conmemoran el comienzo de nuestra salvación y nos comunican las primicias
del misterio de Pascua. En este contexto, la Epifanía es mucho más que “el día
de los Reyes”, es un episodio que manifiesta la Belleza de Cristo y su
contemplación como parte esencial de la misión de la Iglesia.
Significado del término “Epifanía”
En el vocabulario religioso
griego, “Epifanía” significa la aparición inesperada, la manifestación
bienhechora de una divinidad. En el culto romano a los reyes, “epifanía” es
sinónimo de “parusía”, término que designa la visita oficial de un rey a una
ciudad. Como en Egipto se consideraba al faraón una divinidad, de ahí que se
comparara la visita real con la aparición de una divinidad.
El AT,
heredero de esta tradición, emplea el término para indicar apariciones
celestiales, así como la intervención milagrosa de Dios a favor de su pueblo.
En el
NT (excepto dos breves menciones) el término sólo aparece en las epístolas
pastorales, y siempre aplicado a la salvación y a la encarnación, apelando a
Cristo como verdadero rey.
Así,
la Epifanía es la manifestación de Jesús como Mesías de Israel, Hijo de Dios y
Salvador del mundo
El relieve de la Adoración de los Reyes Magos
Para centrar la forma en la que los artistas han abordado este episodio, se ha escogido un relieve en madera policromada que ocupa el retablo de la Capilla de la Epifanía de la Catedral de Córdoba, obra anónima de la primera mitad del siglo XVII.
Es fundamental comenzar precisando que estamos ante una escena teológica, no histórica; además, aquí no hay cueva, ni detalles anecdóticos, ni siquiera se ha dado un tratamiento familiar a la escena.
El relato de esta Adoración sólo lo recoge el Evangelio de Mateo (2, 1-12). Sin embargo, este silencio ha sido muy adornado por los evangelios apócrifos.
Al principio, los magos eran
astrólogos persas, pero como el término “mago” adquiere con el primer
cristianismo el sentido peyorativo de “brujo”, Tertuliano les confiere la
dignidad real, subrayando catequéticamente el homenaje al Niño Jesús de todos
los reyes de la tierra.
El
estudio de la composición de la escena también es muy revelador:
La Virgen, como el trono vivo del Niño Dios, se
sienta de perfil y sostiene a Jesús erguido en su regazo para destacar ese
efecto. Su colocación lateral deja paso al desfile de los tres Reyes Magos.
Hay
que decir que Mateo no explicita ni el nombre (que surge en el siglo IX en el Liber
Pontificalis de Rávena) ni siquiera
el número de los Reyes Magos. De hecho, en las pinturas de las catacumbas
aparecen bien dos, bien cuatro magos; incluso la Iglesia siria establece que
son doce aludiendo a las tribus de Israel y a los apóstoles. Pero lo cierto es
que, por razones bíblicas, litúrgicas y simbólicas, prevaleció el número tres.
Tampoco podemos olvidar que
las reliquias de los Reyes Magos, situadas en la Catedral de Colonia,
corresponden a tres cuerpos.
Sin embargo, un número impar
creaba problemas compositivos que tendía a compensarse con diversos trucos, en
este caso, un S. José que se asoma tímidamente a la escena crea el equilibrio
en la composición, sin restar importancia al tema principal.
Por
otra parte, la aparición de la estrella que guía a los Reyes Magos, al igual que la columna de fuego que señala a
los israelitas el camino en su salida de Egipto, se asimila a la estrella
predicha por Balaam (Num 24,17). En el Oriente antiguo, la estrella es el signo
de un dios, y de ahí pasó a ser signo de un rey divinizado. En la Biblia parece
evocar la monarquía davídica y al Mesías.
El
estricto contenido doctrinal es este: la estrella, profetizada en el AT y guía
de los Magos, se ha hecho realidad en el regazo de María.
En el
relieve de la Catedral de Córdoba, la Adoración ha precedido a la ofrenda,
porque el rey más anciano, situado en primer término, hace una genuflexión para
besar el pie del Niño, en un gesto que recuerda el homenaje feudal del vasallo
al soberano, pero sobre todo el sometimiento de todo poder terrenal para dar
honor y gloria al Dios hecho Niño.
La Belleza es Cristo
Aunque tradicionalmente la
Epifanía se identifica con la Adoración de los Reyes Magos, su sentido es mucho
más amplio, ya que se refiere a manifestar una belleza que sólo puede
contemplarse en el rostro de Aquel que es la Belleza, porque es la Bondad y la
Verdad: Cristo.
Así,
el Bautismo en el Jordán, las bodas de Caná, o la Transfiguración, constituyen
epifanías en sí mismas, porque muestran al mundo la hermosura del misterio. Si
por el Bautismo de Jesús se manifiesta el misterio de nuestro bautismo, la
Transfiguración es el sacramento que nos anticipa nuestra propia resurrección.
Igualmente es un dato
interesante que la Iglesia celebre la fiesta de los Reyes Magos el 6 de Enero,
día que originalmente conmemoraba otra Epifanía: la del Bautismo de Cristo.
En la Adoración de los
Magos, cuando María nos muestra a su Hijo, nos está revelando el lugar donde se
encuentra nuestra salvación. De hecho, en Occidente, esta fiesta se celebraba
además como uno de los Siete Gozos de la Virgen María.
Queda patente que el verdadero sentido de este
episodio no es el narrativo. En el arte cristiano primitivo ni siquiera se
presentaba como un episodio de la Natividad (como se hace hoy), sino como un
símbolo de la divinidad de Jesús reconocido por los reyes de la tierra como el
rey de reyes.
La Adoración de los Magos ha
sido un símbolo antes de haberse convertido en una historia. Incluso los
presentes que ofrecen al Niño tienen un sentido teológico: el oro es un
homenaje a la realeza de Cristo, el incienso a su divinidad, y la mirra (que
servía para embalsamar cadáveres) revelaba su destino a morir para la redención de la humanidad. En
fin, estas ofrendas constituyen un reconocimiento de esa Belleza que se hace
presente en cada adoración del Nacimiento de Jesús.
Hoy,
trivializado todo concepto de belleza por haberse desvinculado de su relación
con la Bondad y con la Verdad, urge reivindicar este sentido de “Epifanía”,
esta capacidad de admirarse ante el misterio, que no puede sino trascender toda
barrera social, cultural, religiosa o geográfica.
Afirmación de la universalidad de la fe
Si la Epifanía celebra la
adoración de Jesús por unos “magos” venidos de Oriente, en estos personajes,
representantes de religiones paganas de pueblos extranjeros, el Evangelio ve
las primicias de las naciones que acogen, por la Encarnación, la Buena Nueva de
la salvación. Su venida significa que los gentiles descubren a Jesús como
Salvador del mundo recibiendo del pueblo judío su promesa mesiánica tal como
está contenida en el AT.
El
mismo número atribuido a los Reyes Magos es un símbolo más que se refiere a la
universalidad de la salvación, ya que se consideraron delegados de los tres
continentes entonces conocidos: Asia, Europa y Africa (representada por un
personaje de raza negra, a pesar de que podía confundirse con la figura del
demonio). Las tres etnias también se correspondían con las tres razas de los
descendientes de los hijos de Noé (Sem, Cam y Jafet).
El
descubrimiento del Nuevo Mundo asestaría un golpe a este simbolismo teológico.
Pero ninguna de las innovaciones propuestas (agregar un cuarto rey, sustituir
al rey negro por un cacique indio...) tuvieron eco frente a una tradición
popular y eclesial ya muy arraigada.
Cuando
María muestra a su Hijo, muestra la luz que ilumina a todo hombre. Estamos ante
una llamada a la “Iglesia de los gentiles” de que hablan los escritos
cristianos primitivos.
La Epifanía
es la Fiesta de la Catolicidad salvadora, que se ofrece a todo ser humano sin
distinción. Como una estrella condujo a unos reyes extranjeros a la
contemplación de la Vida, señalar esta Luz es la misión de la Iglesia
cristiana.
Rev. Primer Día nº 23. Enero 2002
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