viernes, 3 de febrero de 2012

Adoración de los Magos



                                      EPIFANÍA, MISIÓN DE LA IGLESIA
                       Análisis de un relieve de la Adoración de los Magos

El año litúrgico es el desarrollo de los diversos aspectos del único misterio pascual. Esto vale muy particularmente para el ciclo de las fiestas en torno al misterio de la Encarnación (Anunciación, Navidad, Epifanía) que conmemoran el comienzo de nuestra salvación y nos comunican las primicias del misterio de Pascua. En este contexto, la Epifanía es mucho más que “el día de los Reyes”, es un episodio que manifiesta la Belleza de Cristo y su contemplación como parte esencial de la misión de la Iglesia.

Significado del término “Epifanía”


         En el vocabulario religioso griego, “Epifanía” significa la aparición inesperada, la manifestación bienhechora de una divinidad. En el culto romano a los reyes, “epifanía” es sinónimo de “parusía”, término que designa la visita oficial de un rey a una ciudad. Como en Egipto se consideraba al faraón una divinidad, de ahí que se comparara la visita real con la aparición de una divinidad.

         El AT, heredero de esta tradición, emplea el término para indicar apariciones celestiales, así como la intervención milagrosa de Dios a favor de su pueblo.

         En el NT (excepto dos breves menciones) el término sólo aparece en las epístolas pastorales, y siempre aplicado a la salvación y a la encarnación, apelando a Cristo como verdadero rey.

         Así, la Epifanía es la manifestación de Jesús como Mesías de Israel, Hijo de Dios y Salvador del mundo  

El relieve de la Adoración de los Reyes Magos


         Para centrar la forma en la que los artistas han abordado este episodio, se ha escogido un relieve en madera policromada que ocupa el retablo de la Capilla de la Epifanía de la Catedral de Córdoba, obra anónima de la primera mitad del siglo  XVII.


         Es fundamental comenzar precisando que estamos ante una escena teológica, no histórica; además, aquí no hay cueva, ni detalles anecdóticos, ni siquiera se ha dado un tratamiento familiar a la escena.


         El relato de esta Adoración sólo lo recoge el Evangelio de Mateo (2, 1-12). Sin embargo, este silencio ha sido muy adornado por los evangelios apócrifos.


            Al principio, los magos eran astrólogos persas, pero como el término “mago” adquiere con el primer cristianismo el sentido peyorativo de “brujo”, Tertuliano les confiere la dignidad real, subrayando catequéticamente el homenaje al Niño Jesús de todos los reyes de la tierra.

         El estudio de la composición de la escena también es muy revelador:

La Virgen, como el trono vivo del Niño Dios, se sienta de perfil y sostiene a Jesús erguido en su regazo para destacar ese efecto. Su colocación lateral deja paso al desfile de los tres Reyes Magos.

         Hay que decir que Mateo no explicita ni el nombre (que surge en el siglo IX en el Liber Pontificalis de Rávena)  ni siquiera el número de los Reyes Magos. De hecho, en las pinturas de las catacumbas aparecen bien dos, bien cuatro magos; incluso la Iglesia siria establece que son doce aludiendo a las tribus de Israel y a los apóstoles. Pero lo cierto es que, por razones bíblicas, litúrgicas y simbólicas, prevaleció el número tres.

Tampoco podemos olvidar que las reliquias de los Reyes Magos, situadas en la Catedral de Colonia, corresponden a tres cuerpos.

Sin embargo, un número impar creaba problemas compositivos que tendía a compensarse con diversos trucos, en este caso, un S. José que se asoma tímidamente a la escena crea el equilibrio en la composición, sin restar importancia al tema principal.

         Por otra parte, la aparición de la estrella que guía a los Reyes Magos,  al igual que la columna de fuego que señala a los israelitas el camino en su salida de Egipto, se asimila a la estrella predicha por Balaam (Num 24,17). En el Oriente antiguo, la estrella es el signo de un dios, y de ahí pasó a ser signo de un rey divinizado. En la Biblia parece evocar la monarquía davídica y al Mesías.

         El estricto contenido doctrinal es este: la estrella, profetizada en el AT y guía de los Magos, se ha hecho realidad en el regazo de María.

         En el relieve de la Catedral de Córdoba, la Adoración ha precedido a la ofrenda, porque el rey más anciano, situado en primer término, hace una genuflexión para besar el pie del Niño, en un gesto que recuerda el homenaje feudal del vasallo al soberano, pero sobre todo el sometimiento de todo poder terrenal para dar honor y gloria al Dios hecho Niño.

La Belleza es Cristo


         Aunque tradicionalmente la Epifanía se identifica con la Adoración de los Reyes Magos, su sentido es mucho más amplio, ya que se refiere a manifestar una belleza que sólo puede contemplarse en el rostro de Aquel que es la Belleza, porque es la Bondad y la Verdad: Cristo.

         Así, el Bautismo en el Jordán, las bodas de Caná, o la Transfiguración, constituyen epifanías en sí mismas, porque muestran al mundo la hermosura del misterio. Si por el Bautismo de Jesús se manifiesta el misterio de nuestro bautismo, la Transfiguración es el sacramento que nos anticipa nuestra propia resurrección.

Igualmente es un dato interesante que la Iglesia celebre la fiesta de los Reyes Magos el 6 de Enero, día que originalmente conmemoraba otra Epifanía: la del Bautismo de Cristo.

En la Adoración de los Magos, cuando María nos muestra a su Hijo, nos está revelando el lugar donde se encuentra nuestra salvación. De hecho, en Occidente, esta fiesta se celebraba además como uno de los Siete Gozos de la Virgen María.

 Queda patente que el verdadero sentido de este episodio no es el narrativo. En el arte cristiano primitivo ni siquiera se presentaba como un episodio de la Natividad (como se hace hoy), sino como un símbolo de la divinidad de Jesús reconocido por los reyes de la tierra como el rey de reyes.

La Adoración de los Magos ha sido un símbolo antes de haberse convertido en una historia. Incluso los presentes que ofrecen al Niño tienen un sentido teológico: el oro es un homenaje a la realeza de Cristo, el incienso a su divinidad, y la mirra (que servía para embalsamar cadáveres) revelaba su destino a  morir para la redención de la humanidad. En fin, estas ofrendas constituyen un reconocimiento de esa Belleza que se hace presente en cada adoración del Nacimiento de Jesús.

         Hoy, trivializado todo concepto de belleza por haberse desvinculado de su relación con la Bondad y con la Verdad, urge reivindicar este sentido de “Epifanía”, esta capacidad de admirarse ante el misterio, que no puede sino trascender toda barrera social, cultural, religiosa o geográfica.


Afirmación de la universalidad de la fe


         Si la Epifanía celebra la adoración de Jesús por unos “magos” venidos de Oriente, en estos personajes, representantes de religiones paganas de pueblos extranjeros, el Evangelio ve las primicias de las naciones que acogen, por la Encarnación, la Buena Nueva de la salvación. Su venida significa que los gentiles descubren a Jesús como Salvador del mundo recibiendo del pueblo judío su promesa mesiánica tal como está contenida en el AT.

         El mismo número atribuido a los Reyes Magos es un símbolo más que se refiere a la universalidad de la salvación, ya que se consideraron delegados de los tres continentes entonces conocidos: Asia, Europa y Africa (representada por un personaje de raza negra, a pesar de que podía confundirse con la figura del demonio). Las tres etnias también se correspondían con las tres razas de los descendientes de los hijos de Noé (Sem, Cam y Jafet).

         El descubrimiento del Nuevo Mundo asestaría un golpe a este simbolismo teológico. Pero ninguna de las innovaciones propuestas (agregar un cuarto rey, sustituir al rey negro por un cacique indio...) tuvieron eco frente a una tradición popular y eclesial ya muy arraigada.

         Cuando María muestra a su Hijo, muestra la luz que ilumina a todo hombre. Estamos ante una llamada a la “Iglesia de los gentiles” de que hablan los escritos cristianos primitivos.

         La Epifanía es la Fiesta de la Catolicidad salvadora, que se ofrece a todo ser humano sin distinción. Como una estrella condujo a unos reyes extranjeros a la contemplación de la Vida, señalar esta Luz es la misión de la Iglesia cristiana.

                                                                   Rev. Primer Día nº 23. Enero 2002

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