viernes, 3 de febrero de 2012

Sagrada Familia de Gaudí



                 
EL CREDO EN PIEDRA

El Templo expiatorio de la Sagrada Familia de Gaudí

En estos días, en los que dar señales de vida cristiana en lo profesional es, cuando menos, políticamente incorrecto, la obra de Gaudí se presenta como una indiscutible genialidad fruto de una fe personal. Enraizado en su fervor religioso, el arquitecto más revolucionario de su época  conjuga  una fantasía delirante con un juicio arquitectónico perfectamente equilibrado, consiguiendo que cada uno de los elementos constructivos cobren  expresión poética en esta Iglesia que parece reproducir la Jerusalén celeste.
La gestación del proyecto:
Eran momentos difíciles para la Iglesia universal, cuando un librero barcelonés, J.M. Bocabella, asumió la fundación de la “Asociación Espiritual de Devotos de San José”, cuyo objetivo era remontar la descristianización propulsada por determinadas ideologías de la era postindustrial; entre sus propuestas se encontraba erigir un Templo Expiatorio en Barcelona.
            El arquitecto diocesano Francisco de Paula del Villar diseñó un proyecto de traza neogótica y de nula creatividad. La primera piedra se colocó en la festividad de San José de 1882.
Pero, apenas comenzada la cripta, ciertas discrepancias motivaron que la dirección pasase a quien llegaría a convertirse en un fenómeno insólito en el ámbito del modernismo. En esta construcción trabajaría Gaudí hasta su muerte.
          Con la Sagrada Familia, el arquitecto de Reus quiso crear una catedral del siglo XX de estructura increíblemente original, una síntesis de todos sus conocimientos de arquitectura, tejiendo una compleja red de simbolismos que suponían una versión en piedra de la tradición cristiana. 
Una fantasía muy razonada:
                  Frente a la visión casi fantasmagórica de la Sagrada Familia, podríamos pensar que se trata de una escenografía cinematográfica, pero en realidad es obra de un profesional riguroso que dedicó toda su vida a plasmar este sueño con apasionado fervor religioso. 
                  Aunque Gaudí sólo llegó a construir la fachada del Nacimiento, un minucioso estudio realizado en maquetas ha legado su pensamiento sobre la arquitectura y simbología del edificio. Incluso dejó unas láminas que detallaban la policromía de la piedra, ya que él nunca pensó dejar el material visto, sino que previó que cada relieve fuese coloreado porque decía que el color es vida.
                  Gaudí imaginó una iglesia de planta de cruz latina sobre la cripta inicial. Sobre ella, el altar mayor rodeado de siete capillas dedicadas a los siete dolores de S. José,  figurando en cada una de ellas una representación de la Sagrada Familia.
                  El proyecto de este “sacerdote de la arquitectura” contaba con 18 torres. Las 12 más bajas (entre las que se encuentran las 8 construidas) corresponden a las tres fachadas y están dedicadas a los Apóstoles. Otras 4 de superior altura, a los Evangelistas. Sobre el ábside, se consagra una a la Virgen, y la más alta a Jesucristo.
                  La forma estilizada de las torres, con sus pináculos, confieren al edificio su espectacular dimensión vertical. Sus ventanas en forma de espiral impulsan la visión del creyente hacia las alturas. Invocaciones y alabanzas a Dios cubren las paredes.
                  Las columnas, los ventanales y las bóvedas fueron diseñadas obedeciendo a la obsesión naturalista del arquitecto; el resultado es un espacio interior que asemeja a un bosque de piedra, con columnas inclinadas y ramificadas que soportan unas cubiertas plagadas de lucernarios, favoreciendo un juego casi irreal de luz natural y artificial.
                  En su arquitectura todo parece decoración, pero toda la decoración cobra función arquitectónica.
La fachada del Nacimiento:           
                  Encarada hacia oriente, ofrece un desbordante repertorio de esculturas como complemento a la arquitectura; centenares de especies vegetales y animales animan la piedra y una profusión de símbolos revelan el amor del Padre en el misterio de la encarnación y de la redención.
                  Esta fachada consta de tres puertas dedicadas a la Fe, la Esperanza y la Caridad. En esta última aparecen grabados todos los nombres de la genealogía de Cristo, la serpiente con la manzana en la base, un inmenso portal de Belén, la adoración de los Reyes, episodios de la infancia de Jesús y otros misterios.
                  En su amor por la decoración, incluyó infinitas formas de la Naturaleza logrando una especie de sorprendente y bellísimo neobarroquismo que exalta la alegría del Nacimiento de Jesús.
                  Amante de una imaginería realista, nuestro arquitecto (asistido por su colaborador, el escultor Matamala) obtuvo moldes de escayola de seres humanos y animales para reproducir con la máxima fidelidad los detalles anatómicos.
                  Otra confesión de fe remata las torres, representaciones del anillo pastoral, el báculo y la mitra, en alusión a los sucesores de los apóstoles. El conjunto está coronado por un ciprés, símbolo de la vida eterna; sobre él,  la Santísima Trinidad.
                  Para dar consistencia a los elementos decorativos, Gaudí los revistió con mosaicos vítreos de Murano, muy resistentes a las inclemencias meteorológicas.
La fachada de la Pasión:
                  Se orienta hacia poniente, y presenta líneas más duras, eliminando el lirismo para dar paso a la simplicidad.
                  Con la intención de exaltar la Pasión y Muerte de Cristo, Gaudí ideó que las columnas de esta fachada tuvieran la forma de huesos humanos.
                  El Crucificado preside la puerta central, acompañado por quienes le asistieron en su agonía. Tres palabras latinas: “Veritas, Vita, Via”, descubren a Jesucristo como Camino, Verdad y Vida.
                  La flagelación de Jesús está impregnada del simbolismo de la resurrección, del cielo nuevo y de la tierra nueva que Jesús inaugura con su victoria sobre el pecado y  la muerte.
                  Hace algunos años, se desató una polémica entre los partidarios de continuar las obras de la Sagrada Familia (a pesar de que parte del proyecto fue quemado durante la Guerra Civil) y los que defendían dejarla inacabada. Paradójicamente, uno de los artistas que firmó el manifiesto en apoyo de la paralización de las obras fue el escultor Subirachs, quien se encargaría posteriormente de estos grupos escultóricos. Su intervención ha suscitado discusiones.
La fachada de la Gloria:
                  Gaudí la diseñó para glosar la vida y el fin del hombre. Pensó en representar la vida humana con los atributos de los oficios manuales, presididos por S. José en su taller.
                  También aparecerían el purgatorio, la muerte y el infierno, así como los atributos de la Pasión, siete ángeles como alegoría del Juicio Final y, sobre todos ellos, el Padre Eterno con los días de la Creación.
                  En el proyecto del pórtico aparecen siete puertas, cada una dedicada a un sacramento y a una petición del Padrenuestro.
                  Delante de esta fachada, la principal, se situarían dos monumentos colosales: uno dedicado al agua, en la parte del baptisterio, y otro al fuego, junto a la puerta de la Penitencia,  dos elementos que purifican al hombre.
El sonido del Templo:
                  El diseño arquitectónico incluyó los efectos sonoros. Dispuso amplias galerías para cantores con capacidad para varios millares de voces.
                  Dedicó más de cuatro años al estudio del sonido de las campanas, que debían conjugarse con las voces de los cantores y con cinco órganos.
                  Por otra parte, el conjunto se rodeaba de claustros procesionales que aislasen del ruido de la ciudad.
                  Tal era el celo de Gaudí por crear un ambiente que invitase a la oración.
 
            Sólo desde una vivencia personal de fe puede narrarse de forma tan insólita y verosímil la historia de salvación, sólo desde su pasión por Dios pudo Gaudí mimar al detalle el diseño de una arquitectura que consiga que el encanto del templo lleve al encanto de la fe; por eso es fácil mantener la esperanza de que sus piedras hayan sido tocadas por mano de santo.
                                                                        Revista Primer Día nº 27. Mayo 2002


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