viernes, 3 de febrero de 2012

Los Beatos, un best-seller medieval


                                                      ILUSTRAR LA ESPERANZA
                                                  Los Beatos, un best-seller medieval

Beato de Liébana, además de personaje de enorme relieve en su época, es el autor de un Comentario ilustrado al Apocalipsis que creó todo un género al que se denominó “Los Beatos”. Lejos de la tremendista visión del Apocalipsis propia de nuestra cultura, Beato supo presentarlo tal como fue concebido, como un mensaje atemporal de belleza y de esperanza para el hombre, a pesar de las dificultades. Este libro, escrito hace unos mil años, mantiene la misma frescura que los textos bíblicos, cuyas palabras cobran actualidad para quien se acerca a ellos con los ojos de la fe.

Beato de Liébana
            Beato, que vivió en la segunda mitad del siglo VIII, fue un Abad del monasterio de San Martín de Turieno, hoy denominado Santo Toribio de Liébana. En aquel monasterio escribió su famoso “Comentario al Apocalipsis”. No es anecdótico que aquella obra se gestara en aquel lugar, depositario del mayor trozo de la Cruz de Cristo conservado en el mundo, por delante incluso del “Lignum Crucis” custodiado en el Vaticano. Tal es la trascendencia de esta reliquia que Santo Toribio de Liébana es uno de los cuatro destinos mundiales de peregrinación jubilar, junto a Jerusalén, Roma y Santiago de Compostela.
            En su tiempo, Beato alcanzó gran fama por su intervención en la controversia “adopcionista”, defendiendo la ortodoxia católica frente a la herejía que afirmaba que Cristo no era verdadero Hijo de Dios, sino sólo “adoptivo”. El Concilio de Ratisbona ratificará las posturas del abad, situando a Cantabria en el punto de mira del ámbito internacional.
            Beato también compuso el himno “O Dei Verbum”, que supuso el inicio del culto a Santiago como patrón de España. Hay que mencionar su proyección histórica y política, como consejero del rey asturiano Silo y confesor de la reina Adosinda. Es indudable que este personaje no sólo tuvo relieve en su época, sino que marcó la teología, la literatura y la historia del arte.

Un texto para la esperanza

            A Beato se le considera el primer escritor de Cantabria, ya que en el año 776 escribe su “Comentario al Apocalipsis” para explicar el hermético texto atribuido a San Juan que cierra la Biblia. Para su redacción, se basó en otros libros de Santos Padres orientales y romanos. Más tarde, en el año 784, redactará una nueva versión con la finalidad de adoctrinar a los monjes ante el convencimiento del fin del mundo, en un lenguaje claro y llano.
           “Apocalipsis” significa “revelación” y hace referencia a un conjunto de profecías sobre el final de los tiempos. Se compone de un prólogo y doce capítulos que muestran cinco series de visiones: los siete sellos, las siete trompetas, las siete señales, las siete copas y la lucha de Cristo y el demonio. Finalmente, el Epílogo narra la visión del Juicio Final, la Jerusalén Celestial y la Gloria de los santos en el cielo.
             Al Comentario de Beato se fueron añadiendo, con el tiempo, otras partes hasta alcanzar una estructura fija en la que figuraba un prólogo general, un comentario al Apocalipsis, otro de San Jerónimo al Libro de Daniel, un texto de San Isidoro sobre afinidades, definiciones y unas tablas genealógicas de personajes bíblicos.
            No podemos obviar que el Apocalipsis se escribe en el siglo I, con el ánimo de elevar la moral de los cristianos durante un periodo de violentas persecuciones contra la Iglesia naciente. A pesar de las interpretaciones fatalistas y superficiales que se han desarrollado en nuestros días sobre el lenguaje apocalíptico, este libro constituye la gran epopeya de la esperanza cristiana, el canto de triunfo de la Iglesia perseguida.
            Pero los tiempos de Beato también eran tiempos difíciles para la Iglesia, por eso sus comentarios cobraban un sentido muy especial que los fieles necesitaban escudriñar. De ahí que tanto el texto como las ilustraciones de los Beatos estén repletos de simbología, destacando la numérica (7=plenitud, 10=perfección...) y la iconográfica (el sol= Cristo, Jerusalén= la Iglesia...).
            En palabras del mismo autor, se trata de “una obra escrita con fe y devoción, para la edificación de los hermanos”, manifestando asimismo su deseo de “lograr que sus lectores penetren cada días en los misterios de la alegría interior con inteligencia espiritual, ante las catástrofes del fin del mundo”.  Beato de Liébana quería explicar el significado profundo del libro del Apocalipsis para dar esperanza a sus contemporáneos.
            Este mensaje del primer milenio no ha perdido su actualidad, sino todo lo contrario. Se trata de un libro de resistencia, de un mensaje para los que temen, también hoy en día, el paso del tiempo y las dificultades futuras.

Una iconografía que marcó una época
            Amén de la trascendencia teológica de la obra que nos ocupa, el autor introdujo una novedad en su libro que supondría una auténtica revolución en la historia del arte. Junto al texto, comenzó a incluir ilustraciones y miniaturas, cuya temática y técnica fueron esenciales para la evolución de la pintura y escultura mozárabe y románica. Tal fue la huella que imprimió, que el nombre de Beato acabó atribuyéndose a este tipo de libro, profusamente imitado por otros autores.
            La decoración de los Beatos inicia un ciclo diferente a la anterior decoración de manuscritos hispanos de sencilla letra visigoda sin apenas matices de color o motivos ornamentales. Nuestro autor, tomando influencias italianas, carolingias y norteafricanas, ilustra cada Beato con unas 97 miniaturas de extraordinaria calidad. Estos libros miniados se difundirán con enorme aceptación durante más de 500 años.
            Por otra parte, los Beatos servirán de modelos para los artistas que esculpirán los capiteles románicos y pintarán los murales de las iglesias. El estilo románico, superada la controversia iconoclasta, se empeñará en reavivar los temas figurativos del arte paleocristiano, encontrando en los Beatos una fuente de inspiración. Tanto el contenido simbólico-doctrinal como su plasmación estética eran muy adecuados para la mentalidad medieval, necesitada de signos trascendentes que expresaran la profundidad de la experiencia de fe. Muchos temas apocalípticos conformarán los programas iconográficos románicos: el lucha entre el bien y el mal, el Cordero... Y más tarde, en el gótico, con la potenciación del culto a María, se tomará la imagen apocalíptica de la Mujer vestida de sol con la luna a los pies: la Inmaculada Concepción.
            El Beato ha llegado a nuestros días enormemente mutilado. Durante la desamortización de Mendizábal, que expolió gran parte de los bienes culturales de la Iglesia, se arrancaron varias páginas y se destruyeron otras, ocasionando la pérdida de numerosos datos históricos.
            Perdida la obra original, algunas lagunas se han subsanado gracias a la conservación de otros Beatos custodiados en diversos museos del mundo. Destacan 24 códices ilustrados de los siglos X al XIII y algunos fragmentos. A través de ellos, los estudiosos incluso han determinado tres estilos. El “estilo arcaico”, en el que las miniaturas se intercalan en los textos, el “estilo leonés o mozárabe”, en el que las ilustraciones ocupan páginas enteras y presentan bandas de color que crean espacios y perspectivas. Por último, el “estilo románico”, de fuerte influencia internacional.

Ofrecer respuestas
            Hoy somos testigos de que la sociedad presenta una realidad tan multiforme que acaba siendo amorfa. Nuestra cultura devalúa la verdad, y con ella la sensatez y la esperanza.
            Frente a las dificultades en el camino no se ofrece compañía, sino una profusión de opciones. Frente a las dudas no hay respuestas, sino estelas interminables de confusas propuestas, muchas veces contradictorias.
            Por eso será que los Beatos seducen con la belleza de una única senda, pero no en solitario. Por eso suponen una respuesta frente al final de los tiempos, frente a la muerte, frente al infinito. Una respuesta válida para todo hombre porque se adecúa a lo que su corazón reclama.
            La literatura y el cine actual también se dejan fascinar por el lenguaje apocalíptico, pero sólo saben mutarlo en algo incomprensible, terrible y amenazador.
           Sin embargo, trás los ojos de Beato, el Apocalipsis se convierte en una fuente de sabiduría que descifra la clave de la esperanza. Sus ilustraciones cantan una belleza sólida, que no se pliega a las dificultades. Sus miniaturas trazan respuestas, invitan a abrirse al misterio desde certezas insoslayables.


Revista Primer Día nº 42. Octubre 2003

  






           

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